La estación de Metro Toesca es la más ruidosa del mundo, cosa que agradezco porque no oíste mi monólogo de adioses y nuncamases, mientras pasaban el tren en dirección al norte y cientos de autos en ambos sentidos. Yo hacía vanos gestos en el aire para ningún otro espectador que unas motas de polvo y tu cara de perplejidad. Entonces nos salvó el director de fotografía: un rayo de sol pasó entre los barrotes, iluminándote. Y tu pregunta de "¿qué dijiste?", respondí con un abrazo mudo e interminable.
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